martes, 24 de abril de 2012

I believe en la intermitencia


Trabajar en un colectivo artístico no es tan diferente que tocar en una banda de rock.
(Yo tocaba el bajo, el instrumento-de-la-sombra por excelencia.)
En el fondo, todo – todo - tiene un parecido atroz.

Si me equivocaba de nota casi nadie se daba cuenta; a parte los que estaban ahí con los ojos clavados en las cuerdas, esperando que me tropezara en las teclas para reírse un rato (justamente); a parte cuando, obstinada, quería hacer un solo en slap y – siempre - al entusiasmo que lo precedía, seguía el pánico escénico, y de todas las notas que había meticulosamente hilado en la soledad caótica de mi cuarto adolescente, lo único que salía del ampli era un incomprensible sonido vomitivo. Un burp.
No pasaba siempre (me llamaban “l'incontentabile”), pero siempre pasaba que me sintiera así cuando dejaba el escenario y bajaba a la tierra.

Cómo cambia lo que haces cuando alguien te está mirando y lo sabes.
Empiezas a verte de afuera, y es ahí cuando pierdes el control.
Es cuestión de un instante
desenfoque
y todo se vuelve burp.