viernes, 18 de marzo de 2011

Simultáneamente (tal vez.)

En un momento dado, sentado en la barra de un bar transpirado y ruidoso, empezarás a dudar. La duda será una huella al borde de tu vaso, se trepará rápida por el vidrio y empezará a expandirse invisible y definitiva, lenta, silenciosa. La cara de gente que nunca viste antes se hará muy familiar, será la misma cara que siempre viste
y dudarás de ti, de ti en el espacio, de ti en el tiempo, de la existencia de un tiempo y un espacio, de un tu, de un yo, de otros. En ese instante llegará un físico, se sentará a tu lado. Pedirá un whiskey y te soltará que la simultaneidad no existe – eso mismo dice, la simultaneidad no existe, y tu que creías que –
te lo demostrará curvando los ejes cartesianos con un lápiz clavado en la servilleta, deformando aquel tiempo y aquel espacio en que dejaste de confiar a la altura del tercer vaso, entonces terminarás el último de un trago
empezarás a caminar hacia casa con al menos una explicación
y una servilleta en el bolsillo
y como para contradecir toda tu noche y volver a dudar
simultáneamente,
empezará a nevar.

lunes, 14 de marzo de 2011

anyone real?

puertas que dan a nada y nadie cruza. Paz

Un día se dio cuenta de que, al margen de su huida hacia los bordes de la hoja, todas sus palabras terminaban siendo Hélène. Levantó la mirada y se hizo claro que en realidad todo le era Hélène y, en el fondo, todos le eran Hélène. Una jaula, peor, dos jaulas, peor aún, las puertas abiertas de dos jaulas una enfrente a otra, y los pájaros mirándose sin saber qué carajo hacer, quién les dará de comer si se separan. Pero los pájaros, en su conciencia leve, saben que aquello que los terminará empujando hacia delante será precisamente su renuncia a avanzar.

(En un papelito abandonado al lado de la cama encuentra la frase “Alguien en mí está esperando que vuelvas.” Hace un avioncito, lo tira y se va a la playa a despejar pues será una l a r g a y lamentable espera. Hace días que llueve non stop y el agua lo agarra a latigazos sentado en un montecito de arena postiza, mojada, pensando. Cada tanto abre una página disfrazada de espejo y reconoce algo que creía suyo solamente pero que también resulta ser de otro, y este otro incluso se ha tomado el trabajo de darle un nombre. Instantáneamente entiende el papelito: él no escribe, son las palabras que lo descubren. Mar, playa, arena (postiza). Piensa en el hoy como si fuera el mañana de ayer y así descongela el tiempo, lo dilata. Ensaya pensamientos. Ensaya dolores voluntarios. Pero está demasiado lejos de todo en ese silencio insoportable y al cabo de un rato se aburre - además deja de llover y amanece - se va. Justo mientras se aleja, el mar empieza a devolverle sus pájaros en pedazos. Podría verlos, podría llorar. Podría pudrirse en el poder, pero ya está demasiado lejos para ver. Vuelve a casa, vuelve a Helène, vuelve.)

Pero durante la noche la inventó con tanta entrega y devoción
que cuando volvió a abrazarla su cuerpo estaba frío.

miércoles, 9 de marzo de 2011

el herror III


but you are the music while the music lasts. t.s.eliot

La palabra fundamental era el “pero”, pero él no entendió nada y pidió que se le explicara, but jamás se explicaría una metáfora. Entonces se dio cuenta de que la realidad había anticipado cada posible efecto de la frase, porque como fue nombrada, toda esa música se extinguió en el silencio.

el herror II

e nessuno ama e nessuno ama e nessuno odia abbastanza. Massimo Volume

En una época pasada hubiera podido romper todos los parabrisas de todos los autos aparcados en todas las calles que atravesaba en su camino hacia casa. Pero cierra la puerta y le falta rabia, porque sabe (y acepta) que de ahora en más solo sería repetición o sombra de lo que ha sido (lo más absurdo es que lo acepta). ¿Es esta resignación lo que llaman madurez? Vaya cambio. Extraña la perdida de control y los deseos que carbonizan, ni le importa amar u odiar sino hacerlo rabiosamente, perdiéndose, aceptando las delicadas formas del caos y la violencia, alejando el vacío sideral que se amplia un poco más cada vez que una nueva puerta se cierra a sus espaldas.

tropezando en tus pasos me caí fuera del mundo

"an invented world whose
effects remain incalculable."
Otolith Group

I

Había sido como caminar sosteniendo con ambas manos una de esas flores que se deshacen soplando
y siempre había mucho viento.
De nada sirvió que me advirtieran de sus efectos,
yo seguía caminando.

II

Un recuerdo inventado desciende como en paracaídas, temblando, a la velocidad de la nieve. Fascinado con su horror y muy molesto por su propia maravilla, decide no tocar el suelo.

III

Siempre irá buscando lo que le falta en quien lo tiene en exceso. Pero esa mañana se detiene a mirarla, seguro que muy pronto serían enemigos. En silencio se despide y va a sentarse a la salida del mundo, solo, esperando. Enciende un cigarrillo y sale el sol, sonríe aliviado.

Aún no sabe que debería echarse a correr.

el herror

Hoy hay alguien llorando en el subte, escribiendo. Lo miro. Pienso que nuestras poesías favoritas deben haber nacido en momentos como este, buscando palabras exactas entre flores y basura. Y cada tanto habrá que obligarse a estar muy triste para escribir dos líneas decentes. El tipo sigue mirando sus páginas, llenándolas de tinta. No sabe que odia mucha de esas frases antes de apoyar el lápiz en la hoja, antes de volver a leerlas y tacharlas.

martes, 8 de marzo de 2011

1000 hijos imaginarios (pero despiadados)

“siempre empezó a llover
en la mitad de la película.
la flor que te llevé tenía
una araña esperando entre los pétalos.”

Un día quiso hacerle un regalo. Abortó todas sus noches para darle mil hijos imaginarios, mil personajes de historias inacabadas pero muy exigentes, para que lo persiguieran en el sueño y en la vigilia, pidiéndole que los terminara o los asesinara.
A él nunca le habían gustado los regalos, y este, en especial, fue el que menos apreció.
“¿qué haré ahora? ¿habrá que darles un nombre?” pero no, nombrar es comprometedor y aparte luego habría que recordarlos y esto requería un esfuerzo. Ellos ocupaban mucho espacio. Le harían perder mucho tiempo. Entonces se acercó a esos cuerpos livianos armado de un martillo y un aire de maldad, pero nadie le tomaría en serio con esas alas postizas y esa peluca. Se movía sin autocontrol y con torpeza, pensaba lentamente y hablaba de amor y de muerte y tejía la más pura forma de silencio así, atando palabras enemigas bajo el mismo verbo, y ellas se anulaban a lo largo de la frase antes de llegar al mismo punto.
Hubo muchos golpes, ni un solo ruido
“Aquí falta el aire” - pensó.
(En ese instante empezó a llover.)
Ellos lo miraron con un aire incierto y una ceja levantada, eran mil y eran demasiado imaginarios para no hacer daños muy tangibles. Lo observaron sin entender su razón, ¿crear para destruir? Qué absurdo.
Quieren ser despiadados, pero son muy leves. Pero quieren ser despiadados.
Se acercan uniformes, el ejército y la lluvia, precipitan. Tienen una flor en la mano y cada gota produce un sonido que es un llanto de cables y engranajes moviendo el vacío, juntando palabras rivales para que bailen un mismo silencio, un mismo ritmo, al mismo tiempo. Caminan hacia él como un horrendo mar de miradas que son flores que son armas,
muy iluminados o simplemente perversos como el tipo que pasea por el borde mirando abajo, se ríen. Se ríen porque saben que la gravedad no existe
y
no tienen esperanza, tienen fe.
Tal vez el martillo los aplaste al suelo como mil manchas naranjas pero no es esto que les preocupa ahora, ahora que nada les preocupa,
ahora que caminan y sonríen cruelísimos, como quien se aleja de un cuerpo sacando el cuchillo de una honda

honda
herida
y mientras la sangre les salpica el cuello se marchan
para el otro lado, huérfanos
y aliviados