viernes, 18 de marzo de 2011

Simultáneamente (tal vez.)

En un momento dado, sentado en la barra de un bar transpirado y ruidoso, empezarás a dudar. La duda será una huella al borde de tu vaso, se trepará rápida por el vidrio y empezará a expandirse invisible y definitiva, lenta, silenciosa. La cara de gente que nunca viste antes se hará muy familiar, será la misma cara que siempre viste
y dudarás de ti, de ti en el espacio, de ti en el tiempo, de la existencia de un tiempo y un espacio, de un tu, de un yo, de otros. En ese instante llegará un físico, se sentará a tu lado. Pedirá un whiskey y te soltará que la simultaneidad no existe – eso mismo dice, la simultaneidad no existe, y tu que creías que –
te lo demostrará curvando los ejes cartesianos con un lápiz clavado en la servilleta, deformando aquel tiempo y aquel espacio en que dejaste de confiar a la altura del tercer vaso, entonces terminarás el último de un trago
empezarás a caminar hacia casa con al menos una explicación
y una servilleta en el bolsillo
y como para contradecir toda tu noche y volver a dudar
simultáneamente,
empezará a nevar.